Siempre sentí particular devoción por Miguel Delibes, uno de los principales novelistas españoles del siglo XX. Su obra es un canto a un mundo rural, entrañable, que lamentablemente desaparece. Sus personajes así como su obra son eternos. El Nini, de "Las Ratas", Daniel el Mochuelo de "El Camino", Paco el Bajo de "Los Santos Inocentes", Lorenzo el cazador emigrante y jubilado de sus diarios, el Señor Cayo, Carmen Sotillos de "Cinco horas con Mario" y tantos otros son tipos humanos a través de los cuales el autor ha sabido reflejar un sentimiento humano cercano, próximo a la tierra. Delibes es sin duda un pionero en lo que hoy consideramos como ecologismo.
En su magnífico discurso de aceptación del premio Cervantes en 1994, Delibes habla de forma magistral no sólo del oficio de escribir, sino también de la particular relación entre un autor y sus personajes:
Su última gran obra "El hereje" está ambientada en Valladolid, su ciudad, a la cual dedica la obra. El argumento se desarrolla durante los reinados de Carlos V y Felipe II. El protagonista principal es Cipriano Salcedo, un afamado tratante de lana metido a peletero. Cipriano es lo que en otra época podríamos considerar como un librepensador que se une a un grupo imbuido de ideas erasmistas y luteranas. En la obra se mezclan personajes que existieron realmente con otros creados por el autor castellano. La novela es un canto a la tolerancia, al respeto, a la libertad de ideas, algo inherente en la obra de Delibes.
Si por casualidad alguien tiene la suerte de visitar la capital de Castilla y León, existe una ruta turística que sitúa algunos de los principales acontecimientos del relato:
Enrique Quirós López
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